Un hallazgo reciente en el desierto del Sahara ha captado la atención de la comunidad científica internacional: dos meteoritos encontrados en 2023 podrían ser los primeros fragmentos identificados del planeta Mercurio que han llegado a la Tierra. Si esta hipótesis se confirma, se trataría de un avance extraordinario para la comprensión del planeta más cercano al Sol, del que hasta ahora no se ha recuperado ninguna muestra directa.
Mercurio ha sido históricamente uno de los cuerpos planetarios más difíciles de estudiar. Su proximidad al Sol dificulta tanto su observación como la exploración con sondas espaciales. Hasta el momento, solo dos misiones no tripuladas —Mariner 10 y MESSENGER— han logrado acercarse al planeta, mientras que una tercera, BepiColombo, se encuentra en tránsito y se espera que entre en órbita a partir de 2026.
Trozos del cosmos que desafían la lógica actual
Los meteoritos, denominados Northwest Africa 15915 (NWA 15915) y Ksar Ghilane 022 (KG 022), fueron analizados por un equipo internacional de científicos que identificó en ellos una composición química inusualmente similar a la de la corteza de Mercurio, de acuerdo con los datos obtenidos por la misión MESSENGER. La presencia de minerales como olivino y piroxeno, ambos pobres en hierro, y la ausencia casi total de este elemento, coinciden con las características esperadas de la superficie mercuriana.
Pero, uno de los desafíos más significativos en la asignación de estos meteoritos a Mercurio es su edad. Se estima que las muestras tienen unos 4.500 millones de años, superando por alrededor de 500 millones de años la edad estimada para la mayor parte de la superficie actual del planeta. Esta discrepancia ha provocado algo de escepticismo en la comunidad científica y simultáneamente ha fomentado la hipótesis de que estos fragmentos podrían provenir de capas profundas o de antiguas regiones ya ocultas.
La complejidad de liberar material desde Mercurio
Un motivo por el cual nunca se ha verificado anteriormente un meteorito procedente de Mercurio es la dificultad dinámica involucrada en dicho proceso. Para que un trozo de Mercurio llegue a la Tierra, primero debe vencer la gravedad del planeta de origen y después liberarse de la potente atracción gravitatoria del Sol. Esta doble dificultad hace que el viaje de material desde Mercurio hasta nuestro planeta sea sumamente complicado, aunque no improbable.
Modelos astronómicos estiman que debería existir al menos una decena de meteoritos de origen mercuriano entre los que ya han sido hallados en la Tierra. Hasta ahora, sin embargo, ninguna muestra había cumplido de forma convincente con las características necesarias para ser atribuida con certeza a ese planeta.
Pistas químicas y un nuevo horizonte de estudio
Además de los minerales detectados, las muestras presentan concentraciones de azufre y una química general que sugiere un origen en un entorno muy reducido en oxígeno, lo cual coincide con las condiciones propuestas para Mercurio durante su formación. Aunque las pruebas no son concluyentes, estos indicios reavivan el interés por investigar los orígenes de estos cuerpos rocosos.
El caso no es aislado. En 2012, otro meteorito denominado NWA 7325 también fue propuesto como un posible fragmento de Mercurio, aunque su alta concentración de cromo finalmente desestimó esa hipótesis. Más recientemente, algunas clases de aubritas, meteoritos hallados en varias regiones del mundo, han sido vinculadas con el manto de Mercurio, aunque tampoco han ofrecido una coincidencia química concluyente.
Consecuencias para la investigación del sistema solar
La oportunidad de obtener muestras físicas de Mercurio sin tener que realizar una misión de recolección ofrece beneficios importantes para la ciencia planetaria. Examinar directamente material de este planeta proporcionaría a los científicos una mayor comprensión sobre su historia de formación, sus procesos geológicos y la evolución de su superficie, aspectos que las sondas en órbita no pueden descubrir completamente.
Asimismo, confirmar que estos meteoritos son fragmentos de Mercurio ayudaría a comprender mejor la formación y evolución de los planetas rocosos, especialmente los situados en las zonas interiores del sistema solar. Comparar estos materiales con los que provienen de Marte, la Luna y otros cuerpos asteroidales permitiría recrear con mayor exactitud los primeros instantes de la historia planetaria.
Un tema todavía en discusión
A pesar del entusiasmo que ha generado este hallazgo, algunos expertos piden cautela. La falta de una correspondencia total con las estimaciones actuales sobre la superficie de Mercurio, así como la ausencia de una validación absoluta por parte de futuras misiones, mantiene el debate abierto. Sin embargo, los investigadores destacan que este tipo de discusiones son fundamentales para avanzar en el conocimiento científico.
Mientras se espera el arribo de la misión BepiColombo, que permitirá obtener nuevos datos sobre la composición del planeta más cercano al Sol, los dos meteoritos hallados en el Sahara seguirán siendo objeto de estudio y debate. De confirmarse su origen, se trataría de un hito sin precedentes en la exploración espacial y en el estudio de la historia del sistema solar.




